Al último grupo
de filósofos del periodo presocrático puede otorgársele el título de
pluralistas debido a que multiplican el principio de toda la naturaleza,
predominantemente unívoco en los pensadores anteriores. Dentro de esta
corriente hacen parte Empédocles de Sicilia, Anaxágoras de Clazomene y Demócrito
con Leucipo. Estos buscadores de la verdad intentan conciliar el principio
parmenídeo con la realidad que presenta la experiencia, es decir, unificar lo
que la razón conoce con el testimonio que presentan los sentidos.
Empédocles,
natural de la localidad de Agrigento, acoge el principio de Parménides de la
univocidad del Ser; pero, en contraste con éste, no rechaza la existencia de la
realidad como los sentidos la presentan, puesto que no se ha de abandonar
ninguna vía de conocimiento ni tampoco establecer un valor absoluto en uno de
ellos. En este vía, el siciliano propone a los cuatro elementos (agua, tierra,
fuego y aire) como el arjé de toda la realidad, afirmando que éstas raíces son
eternas e indestructibles y los distintos entes son transformaciones de cada
uno de los elementos. No obstante, ¿por qué surgen los constantes movimientos
causando todos los entes? Empédocles, siguiendo la línea de los contrarios de
filósofos predecesores, asevera que el Amor y el Odio son los opuestos que
hacen que los elementos se congreguen, reúnan y producir las cosas (Amor), y,
por otro lado, se segreguen, separen y corrompan (Odio).
En otra línea,
surge Anaxágoras como el filósofo de las homeomerías (semillas ilimitadamente
pequeñas, invariables, inertes, cualitativamente distintas entre sí y eternas),
siendo éstas existentes desde siempre y la causa de la multiplicidad de las
sustancias, dado a que estas partículas están en todo. Todos los entes poseen
su génesis por la mezcla o agregación de homeomerías y lo que diferencia a las
cosas entre sí son las variadas proporciones de las uniones. ¿Todo esto ocurre
por azar o por un principio externo a este fundamento? El aborigen de Clazomene
afirma que hay un Nous o Inteligencia que ordena las semillas y que está fuera
de la materia. El Nous conforma el Todo pero no está en el Todo. A ella sólo le
compete iniciar el torbellino cósmico por el que las cosas comienzan a
distinguirse y a configurarse, es decir, su finalidad es dar movimiento a las
homeomerías para que éstas se ordenen en distintas proporciones y constituyan
la realidad.
Finalmente, están
los atomistas Demócrito y Leucipo. Ellos eran muy parecidos a Anaxágoras en el
sentido en que proponían como primer principio unas partículas infinitamente
pequeñas, eternamente móviles en el vacío e indivisibles (átomos). Los átomos
poseían distinta forma, tamaño, proporción y figura, las cuales permitían que
cuando se juntaran con otros por su misma naturaleza móvil, configuraran todos
los entes de la naturaleza. Los atomistas, de este modo, fueron los fundadores
del azar, puesto que no se preocuparon por encontrar causas a su filosofía,
sino que todo ocurría por la simple necesidad.
Se concluye,
pues, que los pensadores pluralistas no se conformaron con lo que Parménides,
gran causante de esta toma de reflexionar en la filosofía, aseveraba sobre la
Univocidad del Ser, ya que no explicaba la pluralidad y diversidad de los
fenómenos de la natura. Esta multiplicidad no podía venir de una unidad, sino
que ha de provenir necesariamente de lo múltiple. Empédocles (con el Amor y la
Discordia), Anaxágoras (con las homeomerías) y Demócrito con Leucipo (con los
átomos), al querer afirmar el movimiento, no se contentan con su existencia,
buscando una causa a la movilidad y cambio de las cosas. Así pues, en los
pluralistas, están siempre latente la multiplicidad del principio (lo múltiple
originando a lo múltiple) y la razón por la cual eso existe.
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