Uno de los
conceptos de los cuales Aristóteles habla en el noveno libro de la Física y el duodécimo
libro de la Metafísica, es el del Motor Inmóvil o Demiurgo. El estagirita parte
de que el mundo y el movimiento son eternos y, por tanto, lo es también el
tiempo. Como cada movimiento exige uno anterior, y la cadena de causalidad no
puede ir hasta el infinito porque sería un absurdo, entonces debe haber un Ser
que no sea movido y mueva él al mismo tiempo, es decir, sea Acto y carezca de
cualquier atisbo de potencialidad. No obstante, este dios que presenta el
fundador del Liceo no es como la concepción cristiana de Dios. Para el
estagirita, su Motor inmóvil no es creador, sino más bien el responsable de
ordenar todo y sostener en el ser a las cosas, pero no crearlas ya que sería
impensable para él por la visión cosmológica del mundo. Todos los entes sí
apuntan al Demiurgo porque es la perfección máxima; es puro pensamiento (los
griegos veían en la teoría el máximo nivel de sabiduría y felicidad) que no
tiene posibilidad ni pasividad. Sin embargo, no hay amor entre ellos porque no
es un dios personal, sino que se ve como simplemente necesario para explicar la
naturaleza y al ser humano.
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