En esta carta
que elabora Epicuro para exponer su doctrina ética se logra apreciar la clara
visión de la filosofía no como una especulación profunda y metafísica como fue
en su época de esplendor con Platón y Aristóteles, sino que pasa a poseer un
fin práctico, una orientación de vida, una herramienta para buscar y encontrar
la felicidad, que es lo que buscan todos. La filosofía, claramente dirigida a
la praxis, según el filósofo , hace sensatos a los jóvenes y a los viejos los
rejuvenece. Por eso, se ha de cultivar siempre el ejercicio especulativo del
quehacer filosófico.
Por otro
lado, la primera tesis que esa el fundador de esta es escuela es rechazar la
concepción que el vulgo ha compuesto de los dioses, es decir, seres superiores
que otorgan recompensa o castigo. Además, la muerte, según él, no tiene nada en
relación nosotros, por lo cual no se ha de temer. Estas son las razones
principales por las cuales el hombre no debe preocuparse del no vivir, sino
tratar de vivir lo más agradable en el tiempo que posee de vida, puesto que la
muerte es inevitable. ¿Por qué no hay que temerla? Pues cuando somos ella no
está presente, y cuando ella está presente, nosotros no somos más. Epicuro
trata de aliviar la vida de los que pertenecen a su dogmática escuela (esta
característica se ve en los escritos aforísticos que exponen su doctrina) con
el consejo de estar en un continuo presente y olvidar el futuro, dado que no es
necesario que llegue y tampoco que no llegue; simplemente se espera mediante la
vivencia del hoy y ahora.
El
fundador del hedonismo considera le existencia de dos tipos de deseos:
naturales y vanos. Dentro de los primeros están unos que son necesarios, y se
direccionar hacia tres fines: felicidad, ausencia de malestar del cuerpo y el
vivir mismo. No obstante, a pesar de que la tradición filosófica haya provocado
en la mayoría de las personas la imagen de un Epicuro lleno de placer puro en
el sentido del libertinaje, ésa no era la visión del concepto que poseía el
filósofo del jardín. El placer es imperturbabilidad del alma como consecuencia
de ausencia de dolor y no como consecución desesperada del mismo, ya que, como
él dice, el placer no es necesario si está presente la ausencia de dolor. De
este modo, el individuo no ha de preocuparse de cosas del más allá que no hacen
falta para conseguir la ataraxia, y que no añaden nada para conseguir lo
placentero. Epicuro hace referencia a que a este tipo
de placer, al que le sigue la imperturbabilidad de espíritu, es el que se debe
seguir, ya que es el bien primero y connatural. Empero, no todos se han de
seguir porque podría acarrear un mal peor por la magnitud del mismo. Asimismo,
se deben aceptar algunos males porque son inicio de unos placeres mayores. De
esta manera, se ve cómo el epicureísmo tiene como criterio de juicio la medida
del placer y del dolor en relación con el sujeto.
En definitiva, el hedoné de Epicuro no es el de la
lascivia como se cree muchas veces, sino el de la ausencia del dolor y la no
turbación del alma. Esto se consigue a través de la virtud de la prudencia,
origen de todas las virtudes, dado que regula el placer en cada circunstancia. El
sabio es, pues, el que sabe medir cómo tener su alma tranquila y placentera,
evitando cualquier clase de molestia espiritual y de dolor sea cual fuere su
fuente de proveniencia.
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