sábado, 18 de octubre de 2014

Introducción a la Metafísica de Aristóteles

     Una de las realidades que más se estudian en Aristóteles es el ser. La filosofía no podría avanzar sin contar con la ciencia que es su núcleo porque define a las partes de ella. La metafísica, que es ese estudio central, influenciará en la visión que se posea de la naturaleza. La filosofía primera o ciencia del ente en cuanto ente, tiene un gran peso en lo que se pueda avanzar correctamente en gnoseología, en lógica, en ética, en filosofía de la naturaleza, en antropología, en psicología, en sociología etc. Empero, ¿qué es eso de lo que se ocupa "lo que está más allá de la física"? Del Ser. Por eso, no es raro que al ahondar cada vez más en esta ciencia, se arribe a la existencia de Dios, debido a que es el Ser del cual procede todo lo que es, siendo Acto Puro y causa incausada (de aquí saldrán las famosas cinco vías de Santo Tomás de Aquino). 
     Dentro de lo que ha transcurrido en la corta historia de la filosofía, se ha podido apreciar que lo más alto que un filósofo puede analizar es cuando su pensamiento se remite a las cosas que están por encima de la materia. Un reduccionismo en un buscador de la verdad casi siempre proviene de una ausencia metafísica en su sistema de pensamiento, o un error de carácter ontológico que repercute en en el resto de las teorías. Por ejemplo, la filosofía marxista reduce la realidad a lo meramente material, relegando lo de carácter espiritual. De este modo, al no contar con un soporte metafísico, su sistema no correspondería con lo que es la natura, eliminando el sentido trascendente del hombre ante ésta, lo cual disminuye al mismo a algo material que debe trabajar para producir, no siendo éste su fin último.  
    Ahora bien, el ser es lo que lo más importante a lo que se ha llegado hasta el momento en el reflexionar de los filósofos. Es evidente que el ser es y el no-ser no es. Todo lo que existe proviene del ser, y lo que no es no puede venir del ser, ya que rompería con el principio de no contradicción. Lo fundamental de los entes que el ser humano contempla es que son. No obstante, como afirma el estagirita, una sustancia (algo que es y que ve la persona) debe poseer cuatro causas para que sea. Todo tiene causa material, causa formal, causa eficiente y causa final. Dichas características son imprescindibles para que algo sea. Sin embargo, el fundador del Liceo asevera que eso que es ostenta también elementos necesarios que son los accidentes, responsables que realidades de la misma esencia sean distintos entre sí. 
    Otro avance de gran envergadura que realiza Aristóteles con respecto a sus colegas de siglos pasados es la acertada explicación, una de carácter más racional y científica, que confiere a la existencia del movimiento. Los cambios necesariamente se dan en las cosas que son, puesto lo que no es no está sometido a espacio y tiempo, que son las condiciones inevitables para que un ente sufra el devenir. Algo que es está en acto en lo que es en ese preciso momento que es, pero está en potencia de muchas cosas que podría ser, mas no necesariamente lo tiene que llegar a ser. Por ejemplo, un niño es en acto niño, aunque está en potencia de ser un adulto, mas no hay nada que asegure que lo va a ser, dado que puede fenecer en el camino. De esta manera, hay una aclaración en el concepto de cambio, muy diferente oscuras elucubraciones que podrían dar un Heráclito, un Anaxágoras, un Demócrito o un Platón, etc. 
A partir de todo lo anterior, es de alabanza lo que el discípulo más brillante de Platón aportó en materia de filosofía. Como se veía en el artículo pasado, el estagirita fue un autor demasiado prolífico. Escribió muchos tratados. Para comprender más fondo cada uno de ellos no se puede descuidar la Metafísica, que es la filosofía primera y lo que él denominaba como lo menos necesario, pero lo más importante. Con el concepto del ser más dilucidado, es más posible acceder a una concepción más acertada de lo que es la naturaleza y de lo es hombre, para así encontrar el sentido de la vida que conlleva a la felicidad, como lo afirma en la Ética a Nicómaco. 












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